lunes, 4 de mayo de 2009

ERA ALTO, GALLARDO...(III)




La hostería de Rosa en Ginebra, estaba situada esquina de la plaza del Molard y de la calle del Ródano. En 1553 era la posada más confortable de la ciudad, y en ella iban a hospedarse todos los grandes personajes que llegaban de tránsito. Allí paraban los Duques de Milán y de Saboya, el Gran Elector de Sajonia, todos los señores del Delfinado y de Borgoña, y hasta se decía que había pasado en ella una noche el Emperador Carlos.
En la planta baja, dando al patio, había una gran cocina; dentro, en un gran hogar, y en unos enormes asadores, se cocían piezas de caza mayor. En grandes cacerolas de reluciente cobre estañado, se guisaba, encima de los fogones, toda clase de vituallas...Todo despedía un olor de buena comida...Al otro lado del patio, delante de la concina, estaba el comedor...Algunas mesas y sillas servían a los que entraban a beber un canet de dorada cerveza o un vaso de buen Borgoña. A la izquierda estaba Rosa, mujer hermosa y joven que era la dueña de la hostería, mujer de Fritz, el primer cocinero.
El día 13 de agosto, a las diez de la mañana, Rosa se encontraba cerca del mostrador hablando con un viajero recién llegado, que acababa de mudarse y arreglarse en su habitación. Era Miguel Servet que se había vestido ricamente a la italiana, con un traje brocado verde y oro, todo acuchillado, llevando el Toisón al pecho y la espada al costado...Rosa comprendió que aquel era un gran personaje y sintió viva simpatía hacia él.

NOTA: Del libro de Pompeyo Gener,PASIÓN Y MUERTE DE MIGUEL SERVET. Ediciones Espuela de Plata. Novela histórica o historia novelesca que se lee con gusto y prontitud.


Dicho esto, tal día como hoy 27 de octubre, en 1553, un tal Miguel Servet, un aragonés de Huesca, era quemado en Ginebra por un tribunal eclesiástico protestante bajo la acusación de herejía. Poco antes había sido quemado también por un tribunal eclesiástico católico en París, aunque los católicos franceses hubieron de conformarse con quemar un muñeco (efigie), porque Servet había consegudo darles esquinazo a tiempo. Por desgracia, no podía darle esquinazo al personaje que orquestaba su persecución: Juan Calvino.

Calvino, líder protestante que gobernaba la ciudad de Ginebra con mano de hierro, era el enemigo íntimo de Servet. Su inquina hacia él llegaba a tal extremo que fue incluso capaz de denunciarle ante la Inquisición católica francesa, enemiga acérrima del protestantismo. Cualquier cosa con tal de quitar al aragonés de la circulación. Sus diferencias en el terreno teológico y en el personal eran, por lo visto, irreconciliables. Cuando, huyendo de Francia, Servet dio con sus huesos en Ginebra, se había metido de lleno en la boca del lobo, sellando con ello su destino. Tras ser cruelmente torturado en prisión, un tribunal eclesiástico le condenó con estos términos:

Contra Miguel Servet del Reino de Aragón, en España: Porque su libro llama a la Trinidad demonio y monstruo de tres cabezas; porque contraría a las Escrituras decir que Jesús Cristo es un hijo de David; y por decir que el bautismo de los pequeños infantes es una obra de la brujería, y por muchos otros puntos y artículos y execrables blasfemias con las que el libro está así dirigido contra Dios y la sagrada doctrina evangélica, para seducir y defraudar a los pobres ignorantes.

Por estas y otras razones te condenamos, M. Servet, a que te aten y lleven al lugar de Champel, que allí te sujeten a una estaca y te quemen vivo, junto a tu libro manuscrito e Impreso, hasta que tu cuerpo quede reducido a cenizas, y así termines tus días para que quedes como ejemplo para otros que quieran cometer lo mismo.


Miguel Servet murió justo en la forma descrita en la sentencia: con su libro. Por fortuna, muchas otras copias de ese mismo libro sobrevivieron a la intransigencia católica y protestante para dejar constancia que, aparte de sus ideas religiosas más o menos discutibles, Miguel Servet fue un humanista incomparable; un hombre del renacimiento que cultivó múltiples ramas del saber: Matemáticas, astronomía, geografía, medicina… Servet fue el primero en introducir en Europa el concepto de la circulación sanguínea, afirmando que la sangre circulaba por todo el organismo humano.

Existe la errónea idea de que a Miguel Servet le quemaron por decir justamente eso: que la sangre circulaba por el cuerpo. Nada más falso. Servet fue quemado por negar la Trinidad y abominar del bautismo de los recién nacidos, entre otras cosas. También existe la errónea creencia de que Servet fue quemado por la Iglesia católica, pero no fue así. Servet fue asesinado por la Iglesia protestante calvinista, si bien los católicos no le quemaron por la sencilla razón de que no pudieron echarle mano. Desde luego, corrían malos tiempos entonces para la libertad de expresión en Europa.

2 comentarios:

equispetrece dijo...

Miguel Servet era un adelantado del Renacimiento. Sus ideas chocaban con todo lo que era irracional. Combatía a la Iglesia inquisitorial y al protestantismo de Calviño que era también integrista y excluyente. Por eso su vida fue errante, pues aunque tenía apoyos sin embargo sus enemigos lo buscaron constantemente.

Piñapiñata dijo...

Generalmente se despacha a Miguel Servet como quemado en la hoguera y como descubridor de la circulación de la sangre. Pero se habla poco de su lucha contra el dogmatismo de la iglesia y de su enfrentamiento a la otra dictadura del calvinismo. Como el que estaba en medio era perseguido por las dos posiciones. No había moderados. Fueron todos intransigentes con sus ideas: unos quemaron su efigie y otros su persona. Pero en España se pasó mucho tiempo de puntillas sobre su figura. Hasta siempre, profe.