viernes, 26 de junio de 2009

¡QUÉ MORRO TIENES!


Esta expresión popular y coloquial puede tener un fundamento científico. Me explico: el morro que el hombre tiene desde un punto de vista antropológico no es grande: más bien pequeño. Los humanos tenemos más bien una cabeza grande mientras nuestro morro es más bien pequeño. Menos conocido es el hecho de que los australopithecus tenían calaveras pequeñas, pero un morro desarrollado y prominente, dientes grandes y algunos, además refuerzos semejantes a pilares en el rostro. ¿Para qué necesitaban todo esto?
Sabemos que la forma de un órgano o parte de nuestro cuerpo está relacionada con su función y así nos lo confirman los paleoantropólogos expertos en la evolución humana y sospechan que el aspecto del rostro resulta de las fuerzas que afectan a la parte anterior de la calavera al desmenuzar los alimentos.
Según se informa por el equipo de David Strait de la Universidad de Albany y de Gerhard Weber de la Universidad de Viena, aplicando una serie de modelos biomecánicos, acaba de simular la distribución de las fuerzas en la calavera del homínido Australopithecus Africanus, para compararlas con lo que ocurre en la calavera del macaco cangrejero(Macaca fascicularis). Para ello se aplicó un método informático que resolvía cuerpos geométricamente complejos dividiéndolos en pequeños cubos y tetaedros que permiten la realización de cálculos matemáticos. Este método informático responde a las siglas FEA(nada tiene que ver con ¡qué morro tienes!), es decir, Finite Elemente Analyse.
Para aplicar el software de FEA primero había que reconstruir las calaveras como modelos tridimensionales de máxima precisión. En la Universidad de Viena, un centro puntero en antropología virtual, la calavera del homínido “fue reconstruida“ a base de dos ejemplares incompletos hallados en Sudáfrica: los hallazgos Sts 5 (“Mrs. Ples“, ver el reportaje sobre Darwin en GEO número 266) y Sts 52. En laboratorios estadounidenses se determinó experimentalmente qué fuerzas se dan en la calavera de los primates actuales y qué cualidades tienen los huesos de estos simios.Así estos investigadores lograron representar las fuerzas que afectaban a las calaveras de dos tipos: las de A. africanus y la de M. fascicularis y contando la presión que se ejerce con los premolares de la mandíbula superior al morder los alimentos resultó afectar al aspecto de la cara:mientras en el caso de los macacos el impacto mecánico es amortiguado por el morro, semejante a una concha, en el caso de A. Africanus, de rostro más plano, los “pilares“ adicionales a ambos lados de la nariz absorben la presión.

¿Pero qué alimentos eran los que afectaban principalmente los premolares de A. africanus? “Deben de haber sido objetos mayores“, sospecha David Strait, “objetos que no se podían meter en la boca hasta los molares y que eran demasiado duros para los dientes incisivos”. La hipótesis de los paleoantropólogos es la siguiente: la especie dependía de nueces y otras semillas de corteza dura, cuyo diámetro variaba entre uno y cinco centímetros: los necesitaban por lo menos como ración de supervivencia en las épocas más austeras del año.
“Imagínense que nosotros, los hombres actuales, estuviéramos comiendo bistec y helados durante diez meses al año”, dice Weber. “Pero durante dos meses no hay otra cosa que nueces duras y tampoco tenemos herramientas para abrirlas”. Esto podría desencadenar un proceso de selección natural y nuestras mandíbulas y nuestros dientes transformarse después de varias generaciones. En ese caso, los humanos tal vez desarrollaríamos “pilares” faciales y un morro.
. Como se puede ver el morro que tenemos depende no de la cara dura y sí del alimento que nuestra especie a lo largo de los siglos ha ingerido. Podríamos decir aquello de "dime qué morro tienes y te diré comes"...

2 comentarios:

Naranco dijo...

La relación entre la actividad del hombre y el desarrollo de su anatomía está estudiada y comprobada desde hace tiempo. Tu post no hace más que ofrecer un dato más de ese fenómeno.

Andrés del Puente dijo...

Menos mal que mi morro no es muy pronunciado. Quiere decir que no he comido mucho fruto seco. Y es cierto. Pero no sé si esto es científico o no.