Marcel Renard vió al hombre que se fue al otro lado del mostrador, hurgó cajas y escuchó el abrir de una cerradura. Sus ojos de búho se encontraron con los de Marcel y luego, cautelosamente, desenvolvió algo y lo dejó en el mostrador sin decir palabra. Marcel se encontró mirando un soldado de terracota de la dinastía Han con un chaleco azul con mangas rojas, muy descolorido.La cara estaba emborronada salvo su minúscula nariz, y su mano derecha asía un arma invisible.
-Dos mil dólares- dijo el contrabandista.Una a una, comenzó a desenvolver otras piezas de la época Han: un dragón amarillo enroscado sobre sí mismo, un detalle arquitectónico, parecía; un pequeño incensario sostenido por achaparrados animales; piezas de cerámica verde. Se quedaron mirando los objetos sin hablar, a través de los dos mil años que separaban al contrabandista y a Marcel y a Huang. El contrabandista quitó el polvo al dragón...Luego sacó otra estatuilla de una caja de cartón. Marcel presintió que esta era el verdadero tesoro del contrabandista. Más que nada de lo que dijo, el tembloroso esmero con que lo desenvolvió y la tensión de su rostro revelaron su valor.
-Dinastía de Tang-dijo.
Era una figurilla de treinta centímetros que representaba a un guardián del templo. Quería seis mil dólares por él. Marcel veía aturdido y abstraído al contrabandista.Y Marcel se preguntó: Si lo denuncio, ¿lo ejecutarían?. Una vida por una estatua.
Marcel estaba en la antigua Changan, hoy Xi´an. Y se dirigía a través de rutas diversas llenas de mercaderes hui,de templos confucianos, de recintos taoistas sagrados, de mezclas de restos de libros rojos de Mao a de ejercitos de terracota hasta el santuario taoista de Lou Guan Tai hasta llegar a Lanzhou, la ciudad contaminada y más industrial de China. O hacia Lijian donde se conservan restos de una muralla romana y donde hay rasgos europeos en sus habitantes. Llegará recorriendo caravanas entre valles, desiertos o montañas a Zhangye, la cuna del Kublai Kan, donde se encontrará el templo con el Buda más grande y los moldes de piedra para imprimir, es decir, la primera imprenta que a través de los tiempos llegaría a Europa.
2 comentarios:
¡Hombreeeee! Qué casualidad. En agosto veré "in situ" ese ejército de terracota", jejeje.
...¡Es que tienes telepatía, Marcelino!
Saludos.
Marcel Renard nos seguirá informando de esa senda recreada y espero que te aumente el deseo de conocerla en directo. Salu2.
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