jueves, 18 de junio de 2009

LA RUTA RECREADA(III)



Cuando Marcel llegó a Lanzhou pudo comprobar que era una ciudad contaminada e industrial. La más industrial de China.Antes, en el tren que lentamente le alejaba de Xi´an con rumbo al oeste, siguiendo las caravanas desaparecidas a lo largo del río Wei, vió pueblos de ladrillo y teja, semiocultos por perales en flor, con el intenso color malva de las dedaleras o rodeados por líneas concéntricas de hortalizas protegidas por plásticos, con lo cual la mitad de los campos parecían cubiertos de nieve. La tierra parecía esculpida por las arenas de Mongolia que el viento del norte llevaba siglos trayendo aquí. Durante horas, Marcel surcaba sus onduladas mesetas.Terrazas de trigo y colza quedaban cortadas por barrancos o se asomaban por encima del nivel del tren en repisas de un lustroso verde.

Tardaba el tren quince horas en recorrer setecientos kilómetros. En los duros asientos de los vagones para los pobres de China, los granjeros se apretujaban unos contra otros entre pilas de equipaje, dormitando en el hombro del vecino...Los gritos, los escupitajos, el humo, incluso las miradas disimuladas dirigidas a Marcel como extranjero, habían remitido sutilmente.


Pero cuando el tren torció hacia el norte por el corredor de Gansu, de camino a Xinjiang, el vacío de Asia interior se cernió sobre la tierra...los pueblos parecían desintegrarse cuando se acercaba a ellos, transformadas en barro sus paredes de ladrillo. Daban la impresión de estar casi desiertos. Sus difuntos yacían bajo túmulos en los campos.

En Lanzhou, Marcel Renard, se apeó, entumecido por la falta de sueño, en la China que recordaba de la otra vez: un enjambre de hombres morenos y de aspecto dudoso que venían a rondarle y el gentío que le pareció más tosco...porque la ciudad le pareció ahora, con sus tres millones de habitantes diseminados a lo largo de veinticinco kilómetros por ambas orillas del río Amarillo más dura entre refinerías de petróleo, fábricas textiles e industrias químicas, bajo ennegrecidas colinas mineras.

Las calles más largas se perdían en la bruma impregnada de humo como si terminaran en un precipicio. Los coches engullían gasolina a treinta centavos el litro. Todo el mundo tosía y tenía arcadas.

3 comentarios:

Equipo de Bitácora (M-L) dijo...

Una excelente entrada que no me deja indiferente, al punto que me hace reflexionar en el alto precio que hasta hoy a pagado el planeta, las culturas milenarias, el medio ambiente y como no, los más desfavorecidos…. Nos culpamos de los problemas del planeta, pero hay unos más culpables que otros….

Naranco dijo...

Bonita crónica que nos traslada a tiempos de Marco Polo y su viaje a Catai. Quizá quieras recorrer la Ruta de la Seda o algo parecido. Fue la conexión de Oriente con Occidente. La riqueza de culturas y de historia que se dan en esos territorios, su paisaje y el contraste entre el ayer y el hoy debe ser algo muy sugerente.

Equispetrece dijo...

El saber ver en las ciudades actuales y en la China actual los elementos de su historia, reconstruir el proceso de la antigüedad al hoy es hacer eso que llamaba Unamuno la intrahistoria. Lo bueno sería poder realizar esto no de forma virtual y sí de forma real. Sería algo maravilloso. Muy buena la idea de viajar a través de nuestros blogs.