La neutralidad o el equilibrio o la templanza o lo tibio nunca fue muy propio de nosotros los españoles. O somos del Madrid o del Barcelona. Del Depor coruñés o del Celtiña de Vigo, del Sevilla del Sánchez Pizjoan o del Betis del Villamarín. Aquello que decía Aristóteles que en el medio estaba o está la verdad o no va mucho con nuestras mentalidades. Pero en filosofía clásica también: o Parménides o Heráclito y en política ya se sabe de rojo izquierda o azul derecha...
Viene esto a cuento de un artículo de Javier Cercas en la revista de El País de hoy, domingo 15 de enero, que he leído hace unos momentos y que me parece original y acertado. Y digo, pues voy a realizar un post, que el artículo lo merece.
Lo primero decir que lo que se llama GOT lo refiere Cercas a los ciudadanos que denomina como los Grandes Odiadores de la Transición. Engloba aquí a todos los españoles que afirman que la transición no fue un proceso en nada ejemplar pues estuvo determinado y controlado por el miedo al Ejército y a las fuerzas que durante el periodo del franquismo llevaron la vara de mando político, social y económico. Para estos españoles lo bueno hubiera sido no una transición sino una ruptura con todas las de la ley con elaboración de una constitución que rompiera con todo lo anterior y que hiciera "tabla rasa" del franquismo. Para ellos el nombramiento de Juan Carlos como Heredero y la restauración de la monarquía no era la solución sino un parche o un arreglo pues en la mayoría de ellos estaba la idea de una República.
En el otro lado de la balanza están lo que J. Cercas llama los GAT: los Grandes Apologetas de la Transición. Aquellos que consideran que la Transición fue algo ejemplar, admirado en todo el mundo, la Constitución desarrollada la más efectiva y práctica de la Historia y la restauración monárquica era volver a España a la senda de su propia esencia.
Imagina a los GOT y GAT en los dos extremos de un ring o combate de boxeo pero sin nadie entre ambos, es decir, sin los árbitros equilibrados. Pero sí hay considera Cercas que éstos árbitros sí existen y afirma que son los historiadores serios...capaces de poner a los Got/Gat en su sitio o de mandarlos a casa...
No obstante yo tampoco creo que esos historiadores serios sean muchos. El historiador como el periodista es casi imposible que sea independiente y objetivo, si es que esto es posible. Lo vemos en los actuales medios de comunicación. ¿cuántos periodistas hay que no estén de uno u otro lado? ¿Es que hay la figura del economista que sea equilibrado o más bien está o en un posicionamiento de defensa de los partidos de derecha o en los de izquierda? Los números son economía, es cierto, pero las soluciones a los problemas retoman acciones conservadoras o progresistas, de un lado del ring o del otro.
La historia y los historiadores repiten esa bipolaridad y aquello que de estudiantes de los años setenta de que la historia es maestra de la vida o que debe conocerse para no repetirla no siempre es cierto. La historia es como la experiencia: aunque aparentemente parezca cíclica las circunstancias son distintas según sean de ayer, hoy o del mañana. Por tanto la historia y los historiadores no aportan mucho a ese enfrentamiento que J. Cercas nos plasma en esas siglas antagónicas de GOT y GAT. No creo que los historiadores serios sean los que coloquen en su sitio a los españoles. Al contrario creo que mañana-dado el contexto cultural de nuestro país hoy en día- las posiciones maximalistas se agranden de forma más intensa... A considerar esto: si hoy en día, en plena actualidad, un hecho político actual y reciente como es la trama Gurtel o el caso Urdangarín, se presta a declaraciones, a documentos de cientos y miles de hojas, en donde las alusiones a favor y en contra no permiten una "seguridad histórica" y nos transmiten inseguridad y desconfianza de las fuentes de información incluso de las jurídicas qué nivel de incertidumbre nos puede dar un caso más relevante como el golpe del 23F, del que no hay una versión unánime de quienes fueron sus causantes (aparte la versión oficial que puede ser también cuestionada), ¿que seguridad podemos tener para dar como ciertos y seguros acontecimientos que sucedieron hace muchos años o siglos?
Leyendo el papel de la historia y de los historiadores en el libro Homo Deus de Noah Harari se afirma que "esta es la paradoja del conocimiento histórico. El conocimiento que no cambia el comportamiento es inútil. Pero el conocimiento que cambia el comportamiento pierde rápidamente su relevancia. Cuántos más datos tenemos y cuanto mejor entendemos la historia, más rápidamente la historia altera su rumbo y más rápidamente nuestro conocimiento queda desfasado." "Si la historia no sigue ninguna regla estable y si no podemos predecir su rumbo futuro ¿por qué estudiarla? A los historiadores-nos dice Noah Harari- se les pide que examinen los actos de nuestros antepasados para que podamos repetir sus decisiones sensatas y evitar sus equivocaciones. Pero casi nunca funciona de esta manera, por la sencilla razón que el presente es demasiado diferente del pasado. Es una pérdida de tiempo estudiar las tácticas de Aníbal en la Segunda Guerra Púnica con el fin de copiarlas en la Tercera Guerra Mundial. Lo que funcionó bien en las batallas de caballería no tiene por qué ser de mucho provecho en la guerra cibernética."
En Wikipedia se expone sobre la historia y su filosofía " que la historia, como la medicina, es una de las ciencias en que el sujeto investigador coincide con el objeto a estudiar. De ahí la gran responsabilidad del historiador: la historia tiene una proyección al futuro por su potencia transformadora como herramienta de cambio social; y a los profesionales que la manejan, los historiadores, les es aplicable lo que Marx dijo de los filósofos (hasta ahora se han encargado de interpretar el mundo y de lo que se trata es de transformarlo). No obstante, desde otra perspectiva se pretende una investigación desinteresada para la objetividad en la ciencia histórica. Aunque llegar a conocer los hechos tal como fueron, como pretendía Leopold Ranke, es imposible, sí es un imperativo de la investigación histórica acercarse al máximo a ese objetivo, y además hacerlo con una perspectiva tal que sitúe los hechos en su contexto, de modo que al conocimiento factual se añada el entendimiento de lo que realmente pasó; y aunque sea inevitable que sesgos de todo tipo alteren la forma en que tal entendimiento se produce, al menos ser conscientes de cuáles pueden ser y en qué grado actúan.
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