domingo, 23 de mayo de 2010
LA ARDILLA DE ESTRABÓN(II)
En el blog generacion.net acabo de leer un artículo interesante y lo reproduzco aquí:
La naturaleza es bonita. Vivir en ella es bonito. La pena es que en condiciones “naturales”, es decir sin ayuda de la tecnología avanzada, 9 de cada 10 de nosotros moriríamos de hambre. Y por tecnología avanzada entiéndase la domesticación de animales y el arado romano, no el láser y la lanzadera espacial. La ecología es bonita. Pero dura, muy dura. Por eso cuando se pide la vuelta a los valores naturales hay que tener cuidado, porque cuando los dioses quieren castigarnos… Atienden nuestras plegarias.
Los bosquimanos del Kalahari saben lo que es vivir en estrecho contacto con la naturaleza. Significa que, provistos de herramientas del Paleolítico superior (relativamente perfeccionadas), se pasa hambre. Mucha hambre; y se comen cosas bastante asquerosas. A pesar de lo cual los grupos, muy reducidos, están a una mala estación de la muerte por hambre. Sin una reserva de la que echar mano en malos tiempos. Sin espacio para un solo error. Siempre en el filo. Es lo que tiene lo natural.
Cualquier urbanita que vaya de acampada de pascuas a ramos entiende esto. La naturaleza es estética, sí, pero debe ser mantenida a distancia, porque cuando uno se introduce en ella es molesta, pobre en golosinas e incluso a veces peligrosa.
Vivir en estrecho contacto con la naturaleza y de sus productos, mediante un cultivo ecológico, es posible. La tecnología necesaria es sorprendentemente sofisticada, y de hecho no ha estado disponible para nuestro uso hasta hace apenas 2 ó 3.000 años. Pero como posible lo es. Siempre, claro está, que reduzcamos nuestra población a los niveles de entonces: quizá 100 millones de habitantes en todo el planeta. Sobramos 5.900 millones.
El medio ambiente es un movimiento político popular hoy. Tanto que no hay gobierno, de ayuntamiento a Unión Europea, que carezca de su concejalía, consejería, ministerio o comisaría del ramo. Miles de funcionarios y burocracias dedicadas a proteger el medio ambiente en los países avanzados; casualmente aquellos en los que el desarrollo es superior, y el pobre ecosistema está en peor estado. Las feraces tierras de Francia, los prados de Alemania, los pólders holandeses, el medio oeste estadounidense, las tierras negras de Ucrania; enormes y riquísimas extensiones agrícolas creadas a base de exterminar sin ningún miramiento a la fauna y flora autóctonas al objeto de hacer crecer cereales y pastos con destino a nuestros buches.
Justo lo que ahora no deseamos que hagan los países pobres.
Ahora la consigna es conservar; ultraconservar mejor, el ecosistema del Tercer Mundo, allá donde la Humanidad aún no ha tenido capacidad para transformar la Tierra a su imagen y utilidad. Pedimos a los aborígenes que no hagan lo que nosotros hicimos, que soporten la desventaja de no poder arrasar para desarrollar, como nosotros hicimos. Queremos que, en el nombre de todos, ellos sacrifiquen lo que nosotros ya tenemos, para salvar lo que nosotros destruimos. Y así lavar nuestros pecados con ajenas penitencias.
La ardilla que según Estrabón era capaz de cruzar la Península de norte a sur y de rama en rama se debe estar riendo mucho.
España es un paraíso, sí. Y además ha sido pobre, con lo que el estado actual del ecosistema español es de los más sanos de nuestro entorno; no porque hayamos sido más cuidadosos, sino porque hemos tenido menos poder de destrucción. Y sin embargo en toda su gloria paleolítica la Península entera no soportó una población siquiera de un millón de habitantes… Si queremos volver a aquellos naturales y hermosos tiempos, si queremos conservar (ultraconservar, incluso) lo que queda de nuestra naturaleza: ¿qué hacemos con los otros 49 millones de nosotros que sobramos?
Naturalmente que hay que defender la naturaleza. Algunos de mis mejores amigos son árboles. Pero hay que tener cuidado con lo que se pide. Somos una especie que depende de la tecnología. Sin ella somos literalmente incapaces de sobrevivir; nuestro cerebro es para nosotros como las alas para el águila, una adaptación biológica que permite maximizar nuestro rendimiento reproductivo. Que nos permite sobrevivir y evolucionar. Que nos hace lo que somos.
Hasta aquí llega.¿Qué os parece?
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