martes, 15 de junio de 2010
ANIVERSARIO
Tal día como hoy, un 15 de junio de 1752, Benjamín Franklin salió al campo en plena tormenta equipado con una cometa a la que había atado en su cordel una llave. Franklin llevaba bastante tiempo dándole vueltas a la idea de que la electricidad de las tormentas provenía de una diferencia de potencial entre las nubes y el suelo. Las nubes al friccionar entre sí se cargaban negativamente con respecto a la superficie terrestre. Cuando la diferencia de cargas se hacía muy grande se producía una descarga, de duración muy breve, pero con potencia extrema, entre esas nubes y el suelo.
Franklin le estuvo dando vueltas a la idea de cómo demostrar esa idea, y sobre todo como poder evitar el efecto devastador de los rayos, responsables de gran cantidad de incendios en las ciudades estadounidenses recién fundadas. Con ese fin diseñó una cometa con un objeto metálico que tendría la función tanto de atraer la carga eléctrica como de disiparla sin alcanzar al portador de la cometa. Afortunadamente para Franklin su apuesta salió bien con lo que pudo diseñar el pararrayos, un receptor metálico de electricidad unido a tierra, por donde se descargaría tras la descarga eléctrica del rayo.
Al poco, todos los edificios que tenían una altura respetable empezaron a colocar pararrayos en sus tejados. ¿Todos? Pues no. Al principio las iglesias se negaron a hacerlo. No aceptaron las tesis de Franklin, aduciendo que los rayos eran una voluntad de Dios contra la que el hombre poco podía hacer. Unas cuantas tormentas después y unas cuantas iglesias quemadas más tarde como consecuencia de esa “voluntad divina” los pastores empezaron a aceptar que la electricidad de las nubes eran las responsables de los rayos y empezaron a decorar los tejados de sus templos con los protectores pararrayos. De nuevo el miedo a que la ciencia les quitara protagonismo hizo que los líderes religiosos rechazaran lo evidente.
Contaba mi abuelo que algo así parecido había ocurrido con las patatas. Eran consideradas por los curas como alimentos del demonio por que salían bajo tierra...Hay creencias que pueden matar...de hambre...
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Cuando la fe nubla la razón
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3 comentarios:
Pues, Marcelino, habría que ver lo que decía el cura de tu abuelo sobre los alimento que caen del cielo, porque tengo la impresión de que no cae ninguno. ¿O es que las cerezas caen de las nubes? jejeje.
Has descrito en este bonito post el típico proceso que ha tenido que sortear la Ciencia frente a la creencia. A algunos les debería haber caído un rayo en la cabeza.
Grande Franklin... ¡y con cojones!
Un abrazo.
Es que los curas han tenido la mala costumbre de inmiscuirse en temas que no tenían nada que ver con lo espiritual.
Respecto a Franklin, ciertamente era un tipo ingenioso y observador, con un pensamiento más adelantado que los de sus coetáneos. Precisamente ese saber "pensar más allá de" es la clave, a mi entender, de la investigación científica.
Y de otros campos como la política, lo ideal sería que nuestros políticos (¿?) se anticiparan un poco a los problemas, antes de que el rayo nos chamuscara a todos.
Pero... debe ser mucho pedir.
Un saludo.
Los curias ven los demonios que les interesan y donde les interesan. Están abducidos y sin embargo se creen iluminados.Estamos de acuerdo Siesp y V74.Rayos,digo,Salu2.
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