viernes, 23 de noviembre de 2012

CUEVA YUL BALUM Y LOS MAYAS.

La cueva de Yok Balum, en Belize, donde se ha obtenido la estalagmita que ha permitido reconstruir los últimos 2.000 años de historia del clima en América Central
según
Douglas Kennett (universidad De Pennsylvania)
Un equipo de arqueólogos y geólogos asegura que las sequías, deforestación y altas temperaturas en la región que hoy es Centroamérica afectaron la calidad de la tierra y como consecuencia contribuyeron al declive de la civilización Maya.

Douglas Kennett, de la Universidad de Pennsylvania, estudió estalagmitas de 2.000 años de antigüedad de la cueva Yok Balum, en Belice, junto con su equipo de investigación.
Según explica el científico en un artículo publicado en la revista 'Science', los registros de lluvia grabados en las estalagmitas indican que las épocas de más precipitaciones coinciden con la expansión de la población maya. Según Bennett, normalmente los períodos en los que se producen abundantes precipitaciones favorecen un incremento de la producción agrícola.
No obstante, tras esa temporada llegó un período caracterizado por una serie de sequías que causaron un declive en la producción agrícola en los siglos posteriores y contribuyeron a la desintegración de los sistemas políticos.
El uso de las nuevas tecnologías ayudó a los investigadores a esclarecer las razones del colapso del imperio maya. Un estudio, que combinó los datos de los arqueólogos con las observaciones realizadas por los satélites de la NASA, concluyó que la región estaba deforestada casi en su totalidad.
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Estudios anteriores sobre la historia del clima en América Central ya habían apuntado que la sequía pudo tener un papel importante en su decadencia. Sin embargo, los resultados de estos estudios eran cuestionados por algunos especialistas. Los cuestionaban por el origen de las muestras analizadas, que procedían de lugares alejades de los principales centros de poder de la civilización maya. Y también por las incertezas en las dataciones, que impedían relacionar con precisión los periodos de humedad y aridez con acontecimientos históricos concretos.
Frente a estas críticas, la nueva investigación aporta una datación de alta precisión basada en una estalagmita de la cueva de Yok Balum, a menos de 200 kilómetros de importantes ciudades-estado mayas como Tikal, Caracol y Calakmul.
A partir de la desintegración radioactiva del uranio-234 presente en el mineral, los investigadores han datado las capas de la estalagmita con un margen de error máximo de 17 años. Esto les ha permitido establecer que la estalagmita está formada por minerales acumulados a lo largo de 2.000 años.
Después, a partir de la abundancia de un isótopo del oxígeno (una variante del átomo de oxígeno), han podido calcular la cantidad de lluvia que cayó en cada momento de estos 2.000 años, lo que supone la reconstrucción más precisa realizada hasta la fecha de la historia del clima en Centroamérica.
Finalmente, a partir de los textos que escribieron los mayas sobre su propia historia y gracias a la precisión del calendario maya, han podido relacionar el régimen de lluvias con acontecimientos históricos.
“Las precipitaciones anormalmente abundantes favorecieron un aumento de la producción de alimentos y una explosión demográfica entre los años 450 y 660”, afirma en un comunicado Douglas Kennett, antropólogo de la Universidad del Estado de Pennsylvania (EE.UU.) y primer autor de la investigación. “Tras este periodo, vino una tendencia hacia más aridez que duró cuatro siglos, con episodios puntuales de fuertes sequías, lo que provocó un descenso de la producción agrícola y contribuyó a la fragmentación social y al hundimiento político”. Esta época de aridez prolongada, constata Kennett, coincidió con “la balcanización de los gobiernos mayas y por las guerras crecientes entre las ciudades-estado”.
Los cambios climáticos relacionados con la historia de los mayas se debieron a oscilaciones naturales del fenómeno de El Niño y de la llamada Zona de Convergencia Intertropical, que regula el clima en latitudes ecuatoriales. Aunque aquellos cambios climáticos no fueron globales como el actual sino locales, y aunque no se vieron magnificados por actividades humanas sino que tuvieron una causa natural, el destino de la civilización maya es aleccionador, destacan los investigadores. Según James Baldini, coautor de la investigación de la Universidad de Durham (Reino Unido), “el auge y la caída de los mayas es un ejemplo de cómo una civilización sofisticada no fue capaz de adaptarse con éxito al cambio climático”.
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