domingo, 26 de diciembre de 2010
PAPELES REVUELTOS: Las máscaras
En Nagasaki, 3 febrero.
Ayer compré tres máscaras japonesas antiguas, auténticas, maravillosas. En seguida las colgué en la pared de mi cuarto y no me sacio de mirarlas. El hombre es más artista que la Naturaleza. Nuestro rostros verdaderos parecen muertos y sin carácter ante estas creaciones obtenidas con un poco de madera y de laca.
Y al mirarlas pensaba: ¿Para qué el hombre cubre las partes de su cuerpo, incluso las manos (guantes), y deja desnuda la más importante, la cara? Si ocultamos todos los miembros por pudor o vergüenza, ¿por qué no esconder la cara, que es indudablemente la parte menos bella y perfecta?
Los antiguos y los primitivos, en muchas cosas más inteligentes que nosotros, adoptaron y adoptan las máscaras para los actos graves ; bellos de la vida.
Los primitivos romanos, como hoy los salvajes, se ponían la máscara para atacar al enemigo en la guerra. Los hechiceros y los sacerdotes tenían máscaras de ceremonia para los encantamientos y los ritos. Los actores griegos y latinos no recitaban jamás sin máscara. En el Japón se danzaba siempre con la máscara (las que he comprado son precisamente máscaras para el baile Genjó-raku y pertenecen a la época de Heian). En la Edad Media los miembros de las hermandades llevaban la cara cubierta con una capucha provista de dos agujeros para los ojos. Y recuerdo el Profeta Velado del Korazan, el Consejo de los Diez de Venecia, la Máscara de Hierro... Guerra, arte, religión, justicia: nada grande se hacía sin la máscara.
Hoy es la decadencia. No la adoptan más que los bufones del carnaval, los bandidos y los automovilistas. El carnaval está casi muerto, y los salteadores de caminos van siendo cada vez más raros.
La máscara, según mi opinión, debería ser una parte facultativa del vestido, como los guantes. ¿Por qué aceptar un rostro que, al mismo tiempo que es una humillación para nosotros, es una ofensa para los demás? Cada uno podría escoger para sí la fisonomía que más le gustase, aquella que estuviese más de acuerdo con su estado de ánimo. Cada uno de nosotros podría hacerse fabricar varias y ponerse ésta o aquélla según el humor del día y la naturaleza de las ocupaciones. Todos deberían tener en su guardarropa, junto con los sombreros, la máscara triste para las visitas de pésame y los funerales, la máscara patética y amorosa para los flirteos y los casamientos, la máscara riente para ir a la comedia o a las cenas con los amigos, y así por el estiloMe parece que las ventajas de la adopción universal de la máscara serían muchas.
Higiénica. Protección de la piel de la cara.
Estética. La máscara fabricada por encargo nuestro seria siempre mucho más bella que la cara natural y nos evitaría la vista de tantas fisonomías idiotas y deformes.
Moral. La necesidad de disimular —es decir, de componer nuestro rostro con arreglo a sentimientos que casi nunca experimentamos— se vería muy reducida, limitada únicamente a la palabra. Se podría visitar a un amigo desgraciado sin necesidad de fingir con la fisonomía del rostro un dolor que no sentimos.
Educativa. El uso prolongado de una misma máscara —como demuestra Max Beerbohm en su Happy Hypocrite— acaba por modelar el rostro de carne y transforma incluso el carácter de quien la lleva. El colérico que lleve durante muchos años una máscara de mansedumbre y de paz, acaba por perder los distintivos fisonómicos de la ira y poco a poco también la predisposición a enfurecerse. Este punto debería ser profundizado: aplicaciones a la pedagogía, al cultivo artificial del genio, etc. Un hombre que llevase durante diez años sobre la cara la máscara de Rafael y viviese entre sus obras maestras, por ejemplo, en Roma, se convertiría con facilidad en un gran pintor. ¿Por qué no fundar, basándose en estos principios, un Instituto para la fabricación de talentos?REFERENCIA: GOG.
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2 comentarios:
Las máscaras hacen que el hombre pierda su autorregulación social. Tras una máscara uno es capaz de decir lo que no diría a cara descubierto. Suele pasar.
Puede incluso que internet sea la máscara por antonomasia. Ligamos con personas del otro sexo con mayor facilidad que en persona; hacemos amigos rápidamente... quizá la condición humana fundamental sea portar una máscara.
Las "hostias" que uno recibe de la vida siempre se ven atenuadas cuando la coraza (máscara) es más fuerte.
Desgraciadamente, se trata de un artilugio de autodefensa. Un hombre sin máscara puede ser picoteado hasta por un simple jilguero. No me gusta que las cosas sean así. Prefiero siempre la Sinceridad. Pero las cosas son como son y no como uno quisiera.
Gran post, amigo, que invita a la reflexión personal.
Un abrazo.
Siempre he leído que persona viene del verbo latino personare ('resonar a través de una máscara'). Pero me gusta mucho más tu explicación: todos necesitamos crearnos nuestro propio person-aje y quizá lo incorporamos a nosotros como si fueran parte nuestra. El peson-aje a lo largo de la vida lo vamos utilizando y añadiéndole distintos elementos que puede que lo confundan con nosotros mismos o por el contrario que nos distorsione y de ahí vendrá la teoría de la cebolla y sus capas... SAludos Siesp.
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